No es extraño pensar que las lenguas sobreviven para siempre, aunque cambien con el uso y el paso del tiempo. Sin embargo, es una perspectiva totalmente equivocada. Según la Unesco, desde 1950 han pasado a considerarse muertas un total de 230. Es más, el 50 % de las utilizadas a día de hoy están en peligro de extinción y contrasta significativamente con los idiomas más hablados en Europa. Para que sirva como ejemplo, aquí se va a realizar un análisis de tres idiomas desaparecidos a lo largo de los últimos siglos.
¿Qué se entiende por idiomas desaparecidos o lenguas muertas?
Una lengua muerta es un idioma que no posee ningún hablante nativo. Esta es una cuestión muy importante, ya que, aunque algunas han desaparecido por completo, otras siguen teniendo vigencia como lengua clásica (el griego antiguo y el sánscrito son buenos ejemplos) o como lengua sacra o litúrgica (es el caso del latín, del copto o del hebreo clásico).
Hay muchos factores que pueden hacer que desaparezca o muera una lengua. Los tres ejemplos que aquí van a aparecer son muy ilustrativos al respecto.
El etrusco
Etruria era una región de Italia cuyo pueblo se consideraba el precursor de Roma. Su sociedad era considerada como muy culta y muy avanzada militarmente. Se cree que se mantuvieron en lo que hoy es el núcleo geográfico de Toscana entre el siglo XIII a.C. y el siglo V a.C.
Curiosamente, esa admiración hacia los etruscos se fue perdiendo poco a poco. El problema llegó a tal punto que su último hablante fluido fue el emperador Claudio César. De hecho, él se ocupó de compilar documentos relacionados con su historia y con su lengua.
No se sabe muy bien cómo sucedió, pero en algún momento se perdieron todos los documentos relacionados con el etrusco. Así que, hoy en día, no es posible aprender o disfrutar de él. Una lástima, teniendo en cuenta que dominó durante siglos el centro de Italia y que tuvo una gran competencia con el latín.
El arauá
El etrusco desapareció por la pérdida de una civilización y la implantación del latín. Sin embargo, las causas que llevaron a la extinción al arauá son muy diferentes. Esta lengua era hablada por los pueblos residentes en las inmediaciones de un afluente del Amazonas llamado Juruá.
Durante la década de 1870, hubo una terrible epidemia de sarampión en la zona. De hecho, fue tan devastadora que acabó con todos y cada uno de los arauás. El último falleció en el año 1877. Actualmente, solo queda de él un documento que recoge 50 palabras. Fue compilada por el explorador británico William Chandless en 1867.
El ibérico o íbero
Era la lengua que hablaban los habitantes de la Península ibérica antes de la llegada de los romanos. Lo cierto es que su origen no está nada claro, aunque sí su complejidad: constaba de tres variantes caligráficas derivadas de la fenicia. En concreto, fueron los tartésicos los que desarrollaron la modalidad más compleja.
Sin embargo, cuando Roma tomó posesión del territorio, prohibió el uso del ibérico e impuso el latín como lengua oficial. Esto acabó dando lugar a su extinción.
La evolución constante de las lenguas vivas
En definitiva, todos los idiomas desaparecidos que hemos citado anteriormente han dejado huella en la historia. Sin embargo, actualmente tenemos un sinfín de lenguas vivas que no paran de cambiar. El español o el inglés son los mejores ejemplos. Ese es uno de los motivos por los que un servicio de traducción profesional es tan importante. Solo un traductor contrastado y cualificado es capaz de trasladar correctamente las ideas y conceptos de una a otra para que no se pierdan los sentidos y significados originales.
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